Nuestra historia: El semáforo y el hotel

Discurso escrito por Juan Pablo Bustamante, hijo menor del cofundador Luis Bustamante del Valle, y leído por Carlos Bustamante, hijo mayor de Luis, en el XXXIII Congreso Inmobiliario de Fedelonjas el 17 de agosto de 2017.

La historia de Inmobiliaria Bustamante empezó con un semáforo y un hotel. Mi padre, Luis Bustamante del Valle, a quien Fedelonjas honra hoy con el Premio Hernando Luque Ospina en la categoría “Vida y Obra”, así me lo contó. Él iba manejando su camioneta Chevrolet, modelo 1971, a la altura del paseo Bolívar en Barranquilla. Acababa de salir de una reunión laboral e iba de vuelta a su casa en Cartagena cuando la luz roja de un semáforo lo hizo detenerse al lado de una fritanguería que estaba sobre el andén. El olor a arepa con huevo le recordó que no había almorzado. Hurgando en su billetera, mi padre titubeó en pedirle una recién hecha a la cocinera.

Sin embargo, un gordinflón se estacionó cerca de mi padre en el semáforo y le resolvió su duda al decirle que guardara su dinero. Se trataba de un amigo de la infancia que no veía desde hacía mucho y que lo estaba invitando a cenar a un restaurante barranquillero. Mi padre se rio y le dijo que le encantaba volver a verlo, pero que no tenía muda de ropa para poder quedarse a dormir. Además, el traje de saco y corbata que lucía estaba empapado en sudor. El semáforo se puso en amarillo. Mi padre se despidió, pidiéndole al gordinflón que le enviara saludes a su novia. El semáforo se puso en verde. El carro de atrás sonó su bocina. Mi padre aceleró... pero pisó el freno cuando el gordinflón le gritó que en la cena le presentaría a una amiga. Era una compañera de trabajo de su novia. Una rubia de ojos azules, tal como le gustaban a mi padre.

Bañado en la colonia Jean-Marie Farina, mi padre fue a la cena con el gordiflón y su novia y con la rubia de ojos azules. Casi una década más tarde, esa rubia, Cecilia, se convertiría junto a mi padre en los fundadores de Inmobiliaria Bustamante. Pero antes, tan solo dos meses después de conocer a mi padre, se convirtió en su esposa. La luna de miel la celebraron en Madrid, España, donde además se radicaron mientras estudiaban maestrías.

Al volver a Cartagena, tuvieron a su primer hijo y abrieron un hotel que se asemejaba a los hostales que vieron en España. Lo llamaron Hotel Residencias Leonela, haciéndole honor a un personaje de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Habían decidido que la hotelería era lo de ellos. Se asociaron a las agremiaciones del sector. Proyectaron un futuro donde tendrían sedes en toda Colombia. A su vez, acordaron que mi padre continuaría trabajando como empleado para asegurar una entrada mensual mientras lograban estabilizarse. En ese lapso, él ocupó los cargos de catedrático de la Universidad de Cartagena, gerente de Telecartagena, secretario general de la Gobernación de Bolívar y gerente de las Empresas Públicas Municipales, entre otros.

Pero algo no dejaba tranquilos a mis padres: el Centro Histórico de Cartagena. Mis padres notaron que dicho sector inmobiliario era poco valorado en Cartagena, a diferencia de lo que vieron en su periplo por Europa. Aferrados a esa visión, el 6 de febrero de 1977 fundaron a Inmobiliaria Bustamante en el barrio de Bocagrande, en la habitación número uno del Hotel Residencias Leonela. Y tres años más tarde, luego de haber tenido a su segundo hijo, mudaron la inmobiliaria a una casona colonial en la calle Tumbamuertos del Centro Histórico, donde en la actualidad seguimos funcionando.

Hoy, cuarenta años después de la fundación de Inmobiliaria Bustamante, recibo en nombre de mi padre este honroso galardón de Fedelonjas y me comprometo junto a mi hermano a seguir su ejemplo. A su vez, les pido un aplauso para mi madre porque este premio también es de ella. Ella no se limitó a ser la gran mujer detrás de un gran hombre. Ella conformó un equipo con mi padre. Ambos fueron los visionarios que catapultaron a nuestra empresa familiar. Gracias.